Resumen

La medicina de emergencia, desde su creación como subespecialidad dentro de la Pediatría en los Estados Unidos (1987), y en Latinoamérica a principios del 2000, ha tenido como objetivo principal mejorar la calidad de la atención en la población infantil con enfermedades y lesiones graves, tanto  agudas como crónicas en urgencias. Esta mística se extiende no solo a situaciones de gravedad, sino también a los padres de nuestros pacientes que, por razones como la disponibilidad de los recursos, los desafíos de la atención primaria, las penurias de los sistemas de salud, etc., buscan una orientación y hasta la resolución de sus padecimientos en una sala de emergencia pediátrica.

Al respecto, la presencia de pacientes en las salas de emergencias pediátricas en República Dominicana triplica el número de visitas en comparación con los países desarrollados, y en el mismo orden, aproximadamente, entre el 20 y el 30 % de las visitas en las salas de emergencias generales son pediátricas. ¹

Ante tales situaciones, en donde la principal diferencia entre los otros servicios especializados es que estas no son  programadas  y  son  urgentes,  se  necesita un personal con destrezas, con un desarrollado conocimiento y un perfil profesional que proporcione una atención óptima y oportuna.

Es importante resaltar que la medicina de urgencias no se trata de una especialidad en un órgano o sistema del cuerpo humano, como tradicionalmente se abordan las otras, sino de una especialización multidisciplinaria y con funcionalidades esenciales. Entre estas se destacan: la toma de decisiones clínicas fundamentadas en las características antes descritas y la capacidad de gestionar el servicio de emergencias para optimizar la atención, que no se limita a las paredes de la sala de urgencias, sino que transciende a todo el centro de salud y al sistema de salud de la región, por ejemplo, en epidemias, fenómenos naturales, también en la educación y prevención. Asimismo, cabe destacar que los pediatras especializados en emergencias han mejorado la calidad asistencial, incrementando la relación costo-efectividad y el nivel de satisfacción de los niños y sus familias.

Una atención inadecuada en emergencias puede provocar graves problemas asistenciales (tratamientos erróneos, diagnósticos incorrectos, incremento de la morbilidad y mortalidad), puede generar ingresos hospitalarios excesivos, como desencadenar un garrafal gasto sanitario (solicitud de análisis, intervenciones y pruebas no necesarias) y dar una mala imagen del centro, ya que, en la mayoría de las ocasiones, el primer contacto entre el hospital y el paciente es la emergencia. Dicho esto, podemos precisar, que en las emergencias se exhibe gran parte del funcionamiento general del centro de salud y la red sanitaria.

Todo lo mencionado está amparado en un vasto  conocimiento  científico, como lo corroboran diversas revistas internacionales especializadas en emergencias, Pediatric Emergency Care ¹ , Annals of Emergency Medicine ² , Academic Emergency Medicine, European Journal of Emergency Medicine y Urgencias Pediátricas, la cual es la más importante de Iberoamérica, con frecuentes publicaciones de artículos y temas de revisión, formando una red académica para la mejora de la calidad de la atención en emergencias en toda Latinoamérica y de la cual ahora nuestra revista Archivos Dominicanos de Pediatría y Adolescencia (ADOPA) toma parte.

Debemos resaltar lo que ya se conoce y se menciona, a veces, con voces susurradas y, paradójicamente, con otras a alta intensidad, pero sin ningún receptor, por ende, sin efecto: el número de pediatras especializados en emergencia es escaso, lo que conlleva una distribución disconforme a la demanda. Esto conduce a problemas diversos, y como piedra angular, la falta de categorización del especialista en emergencia y su gratificación salarial.

Tenemos que reconocer que la atención de emergencias  en  nuestro  país, como en algunos países latinoamericanos, tiene aún desafíos sustanciales, por ejemplo, centros que mantienen turnos mayores de 12 horas laborales y un colectivo mensual que sobrepasa las 100 horas; servicios de emergencia que no cuentan ni con el pediatra especializado en emergencia ni con pediatras; o equipos de emergencia con personal insuficiente tanto de enfermería como de médicos generales. Otro factor que afecta negativamente es el pluriempleo, que disminuye la productividad y la calidad de vida. Por último, y no menos importante, la ausencia de una estandarización de los servicios de emergencias pediátricas.

Finalmente, desde la Sociedad Dominicana de Pediatría y su capítulo de emergencia, agradecemos al comité científico y a ustedes loables lectores por el apoyo a esta rama de la pediatría para su desarrollo, todo para el beneficio de los niños, niñas, adolescentes y familias de la bendecida República Dominicana.

Abstract